Aunque cuando se habla de revolución
industrial siempre pensamos en la máquina de vapor y las chimeneas de carbón, incluso
en el ferrocarril; hay que puntualizar que no ha existido una sola revolución industrial,
y en este post, definiremos tres de estas revoluciones.
Nuestra primera revolución industrial va
a ser la que todos conocemos, la que tiene como sus iconos el carbón, el vapor
y el ferrocarril, la de los siglos XVIII y XIX. Esta surgió en Inglaterra y se
extendió rápidamente por el centro y el norte de Europa. Principalmente supuso
un cambio en el modelo de producción, pero también transformo la sociedad,
surgiendo algo tan importante a día de hoy como el concepto de propiedad. Algo
que para nosotros es tan básico y queda tan claro, surgió claramente en esta
época (hasta entonces eran los nobles y las iglesias las que verdaderamente
eran dueñas de todo). Y al existir la propiedad surgió la diferencia entre
propietarios o burgueses y no propietarios o proletarios.
La segunda revolución industrial nació
en EEUU ya empezado el siglo XX y gobernó hasta la crisis de los 70. ¿Y qué
aporto tan importante para que la tengamos en cuenta? Pues su principal
aportación a la historia fue el modelo de producción en masa, representado por
ejemplo por Henry Ford y su sistema de producción de coches. No nos referimos a
la aparición de potentes máquinas y nuevas tecnologías (que también) sino a la
nueva manera de organizar el trabajo. El trabajo en cadena. Hasta entonces un
artesano fabricaba unos zapatos, un carro o una pistola; pero a partir de
ahora, un ejército de obreros se encargaría de fabricar cada pieza y otros
tantos de montarlas para conseguir el producto final. Esto supuso un notable
incremente de la producción, que repercutió mejorando la calidad de vida de los
trabajadores y un sistema de consumo en el que casi todo estaba al alcance de
casi todos. Así mismo se impone un nuevo sistema de organización del capital en
la figura de las corporaciones o sociedades, en el que surgen las figuras de
los directivos y los subordinados.
Y
la tercera, donde nos encontramos ahora, no se caracteriza por un nuevo
paradigma de producción, trabajo o capital, sino por la nueva forma de utilizar
el conocimiento. Nunca el conocimiento fue tan importante en todas las etapas
de todos los procesos de todos los productos, y nunca surgió ni se compartió a
la velocidad que lo hace hoy día. Precisamente por lo intangible de su principal
“materia prima”, no se puede especificar el lugar en el que nace esta
revolución a la que también llamamos “tecnológica”, “científica”, o “de las
nuevas tecnologías”. La sociedad en la que se asienta es la Sociedad de la
Información y el Conocimiento, y la nueva separación de “castas” que nos trae,
es la de los cualificados y los no cualificados.
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