Uno de los puntos básicos para que funcione el aprendizaje dialógico, es que ese diálogo debe ser igualitario. Es decir, que no se tiene en cuenta la posición de la persona (su poder o jerarquía), sino que todos los que participan en el diálogo son iguales. Así al igualar a todas las personas y eliminar los prejuicios, nos fijaremos en la validez de los argumentos, que es lo que nos interesa.
Esta
tendencia rompe con la enseñanza tradicional en la que la voz de los
profesionales de la enseñanza era la válida y en algunos casos la única. De
manera que eran siempre los profesionales quienes decidían qué había que
aprender y que no, sin que las familias del alumnado tuvieran nada que decir.
En la práctica los contenidos curriculares se deciden en asambleas con los
familiares teniendo en cuenta todas las voces, aunque es inevitable que las
voces de docentes y profesionales de la enseñanza sean tenidas más en cuenta,
lo que sí se consigue es que ninguna opinión sea silenciada, todas las personas
pueden opinar al respecto.
Esta
es una herramienta, la construcción dialógica del conocimiento, que cada vez está más extendida.
En la comunidad científica por ejemplo, se intenta usar cada vez más en el
ámbito de la investigación para dar cabida a las ideas de los nuevos
investigadores.
Para
implementar este método en situaciones de desigualdad lo primero es analizar las
vías para superar dichas desigualdades, reconociendo las interacciones de poder
causadas por la desigualdad estructural de estas comunidades y las posibles
interacciones dialógicas. Es precisamente en estos centros donde se están
consiguiendo mejores resultados, al trabajarse aspectos como la autoestima y la
cultura de la comunidad y darle cabida en el proceso no solo a alumnos y
profesores, sino también a familiares, voluntariado y otras personas del
entorno.
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